Mi historia de cuarentena

Por: Susana Ribichich

Mi disparador fue el 23 febrero. Desayuno en la cama, como hace 40 años, cuando Edu trae el café y tostadas con queso blanco y mermelada light. Leo las noticias en el celu y le cuento. 

Antes él se vestía rápido para salir al banco donde era funcionario, justo este mes pudo jubilarse con 65. Yo salía más tarde. Me lo permitía como autónoma.

Todavía sigo haciendo consultorías como arquitecta, mientras me estreso con Anses para que salga mi trámite, que es complejo, y aumenta el duelo de cruzar la frontera de los 60, que son un asco.

Disfrutamos este momento, charlando mientras entra el sol por la ventana del 8vo piso, se escuchan pájaros y cruza justo por arriba de nuestras cabezas algún avión hacia aeroparque. Edu se sienta en el sillón y Mignonne, nuestra siamesa de 16 años, decide acurrucarse con alguno de los dos. Los titulares anuncian que se suspende el Carnaval de Venecia por el brote de coronavirus.

 _ What? No puede ser … 

Se había hablado de un nuevo virus y Wuhan y la sopa de murciélagos, y después del Pangolín

No había prestado demasiada atención, salvo cuando a fin de enero empezó  ese aislamiento masivo de millones de personas… pero era China. _Edu, leíste lo del Carnaval?

 

Días más tarde caminábamos, como habitualmente, por el Paseo de la Costa en Vte López, a 15 cuadras de casa. Una pareja madura, saludables sin ser atléticos ni obsesivos, de alimentación sana y medicina preventiva. Una vida juntos, llena de experiencias muy intensas. Resilientes y empeñados en salir adelante siempre, con amor, humor y compañerismo. 

Yo parloteaba llena de energía en short y zapatillas, Pink Floyd o Snatam Kaur sonando en el bolsillo según el ánimo. Con mi infaltable protector, anteojos y sombrero para evitar las arrugas. En el mundo ya había focos de contagios, clases suspendidas o lugares con público cerrados, se discutían las cuarentenas o el cierre de aeropuertos. Pero era lejos…

Todavía insistía en cómo a nadie le importaba el cierre del Carnaval, salvo a mí que estaba como loca. Sabía lo que representa en la economía de Italia. Y sabía que la comunidad científica esperaba una gran pandemia, que ocurre cada 80 o 100 años. 

Y tal vez por las alertas tempranas y el miedo en las epidemias de SARS y MERS, nadie quería creer que había llegado. Empezaba a parecer una película de ciencia ficción, pero los fanáticos del género ahora no querían ser protagonistas reales.

Reconozco que en su momento me había deleitado que la gripe A no se trasmitiera a los mayores de 50. La ironía de tener inmunidad por antigüedad. Hoy me sobrecoge el recuerdo nítido de la serenidad cuando el riesgo está en el otro.

 _ y encima viste que parece que este virus mata sólo adultos mayores? le contaba a Edu. 

Ese es mi tema, cuando tomo nota. Los 11 años de Alzheimer de mi papá me habían llevado a especializarme en arquitectura para la 3ra edad, y profundizar en gerontología. 

Que increíble, esa mujer techie, joven y original porque hablaba de los viejos, ahora es una persona mayor más, defendiéndose del prejuicio social, sólo que con más conocimientos que el resto.

Así que siempre hablo de viejos y vejeces. De cómo seleccionar un geriátrico o refuncionalizar la vivienda y permanecer autónomo. Los nuevos paradigmas, y el inmenso mercado y oportunidad que representamos la gente grande. Y de viejismo of course. Que llamarte abuelo es para infantilizar y que reducir jubilaciones es invisibilizar. En fin: que la vejez no es una enfermedad sino un ciclo vital.

Temas de los que nadie habla porque no quieren llegar. Soy monotemática pero divertida, también politiquera y con pasión fotográfica. Como además Edu es sereno, le pone marco a mis trastornos de ansiedad y si bien es antisocial, me banca en todas. Así que en casa siempre hay juntada. 

Seguimos caminando con el grito de caranchos o chimangos, nunca sabemos, de fondo. Vagonetas para levantarnos, nunca llegamos temprano. Yo sigo como una radio y Edu, que habla poco, asiente. Después siempre acota, y yo espero, su conclusión final. Los adolescentes toman mate o se hacen arrumacos, los perros corren sueltos y nos siguen, hay feria, familias, música, murga y batucada, y las risas y gritos de los chicos inundan los juegos. 

 _ No te conté! Inventé un cuento… (me río) ni sé cómo se me ocurrió. Está buenísimo! 

Qué sé yo… viste que ayer hablamos de la píldora naranja para los viejos de Holanda… y que después del aborto viene la eutanasia, y de cuando Lagarde dijo el año pasado que los ancianos viven demasiado para la economía mundial… 

Sí, ya sé! nosotros no vamos a llegar (risas porque no tenemos hijos y nos lo repetimos siempre). 

_Bueno, no sé, eso. Y soñé con un olor, que no me acuerdo, pero estaba con mi papá. Que loco no? Cómo voy a soñar un olor? No me pasó nunca. Y cuando hacía la cama, se me ocurrió:

Es en una época donde los viejos están confinados en guetos urbanos porque los fueron empujando los jóvenes. Típica estética oscura, ruinas y sombras que se escurren. Pero los viejos están organizados, porque obvio tienen su habilidades y subsisten perfectamente. 

No están prohibidos ni nada, pero no les permiten acercarse a las ciudades. Si algún pendejo los mata, los caza para divertirse por ejemplo, no pasa nada. Los pibes tienen toda la tecnología, pero no inventaron nada, y la van mejorando con robótica. Los viejos saben diseñar con lo que tienen y les van robando y lo copian. Un día se enteran que están armando un museo de olores. La protagonista, una de las líderes y bioingeniera, se quiere meter al edificio para volver a sentir los olores de la infancia. Bueno, al final hace todo una movida, pero cuando está ahí y los busca… no existen, porque nadie se los pudo contar… y no se dieron cuenta. _No es genial?  (me mato de risa de la cara de Eduardo). Casi me mata, se enganchó y estaba esperando el final, pero ese no. Me imaginé. 

_Bueno che! Qué sé yo, me salió así. Tengo otro final alternativo, capaz dos.  

Existen y ella se muere feliz mientras los disfruta. Está mejor no?

 

Llegamos a casa. Edu pone la tele y vemos, parados, las noticias que anuncian el primer caso de covid confirmado en Baires. Era el 3 de marzo y exceptuaron de ir a trabajar a los mayores de 60, embarazadas y personas con patologías.

Los días se volvieron vertiginosos. No miraba televisión porque sólo se hablaba de cantidad de muertos y síntomas, y no  me cuentes ninguno porque si no los siento todos. Tarde o temprano el pico iba a llegar, y una cosa era segura, este país de cuarta no soporta una explosión sanitaria. Para el 12 suspendieron las clases que apenas habían empezado, y el 15 los vuelos. Literalmente sellaron los geriátricos y ví llorar a amigos, a quienes no dejaron despedirse de sus padres.

Cambiaron mis prioridades. Fue muy estresante. Dejé de ir a Pilates, compré artículos de perfumería, incluída tintura y mis cremas faciales obvio, ropa interior y pijama nuevos. Mis amigas se mataron de risa porque ya me conocen. Me hice los chequeos anuales en tiempo record. No sólo es importante si te contagiás y aíslan, no hay que enfermarse en todo el año. Acopié remedios y piedritas para Mignonne también. Edu me miraba, dudando si seguirme mientras me cargaba. Pero él después usufructa mi anticipación, así que colabora cuando lo vuelvo loco. Finalmente me senté tranquila.

Y el 20 empezó la cuarentena. Ese fin de semana nos aturdimos con chats, chistes y noticias del exterior, fakes y verdaderas: cadáveres apilados, colas de ambulancias y falta de respiradores. 

Se presiona a los viejos para que rechacen el tratamiento médico. Se prohíbe llevar ancianos enfermos a los hospitales. Las historias, cada vez más siniestras, son una pesadilla. 

Mamá, de 94, está en su casa. La cuidadora de siempre, que amo, se queda. Y la franquera también. De golpe empiezo a pensar en si se la llevan, en perder seres queridos, en que no quiero una muerte horrible. Le explico que hay una gripe terrible, que por eso no van mis hermanos. Me mira… y entonces no me importa, me saco el barbijo y la abrazo cada vez que voy.

 

Empezaron las teorías conspirativas, que detesto. Los chinos, Billy Gates, los rusos, los laboratorios, la venganza del planeta, el virus es fabricado, ya tienen la vacuna, el mercado, el capitalismo…

En la casa cambiaron los olores y las costumbres. Mignonne estaba rara pero ya se acostumbró. El confinamiento nos regaló la maravilla del silencio en el barrio. Un cielo más límpido, y un clima divino con sol, calor y una luna hermosa. Hasta avanzado mayo, aprovechamos a full la terraza que nadie usa, aunque se extraña el río. Un tiempo de agradecer lo que tenemos, valorar la convivencia y sentirnos jóvenes otra vez cuando volvemos a limpiar juntos la casa, mientras puteamos por pagar el sueldo completo de Vero.

Que suerte, no me enfoco en el pasado sino que espero con expectativa cómo será el futuro. 

La mayoría ordena, cocina, hace gym online y todos aplaudimos a los médicos a las 21hs. Yo me anoto en todos los cursos y charlas que encuentro. Pero la ansiedad me gana porque no hago todo lo que tenía que hacer cuando tuviera tiempo. Sin actividad física, engordo y me embola. Y todos nuestros años de yoga y meditación? El día se pasa volando y desinfectar lleva mil años. Todo es en cámara lenta. Edu me contiene.

Siguen las teorías conspirativas, cada vez más elaboradas. Y mi respuesta condescendiente a todos: _Explicame cómo hacen? Cómo el mundo entero, se pone de acuerdo en mentir sobre lo mismo? Entendés que no puede haber una conspiración que les convenga a todos?

Un día en abril nos levantamos y los mayores de 70 tienen que sacar un permiso para salir, mientras se suelta a los presos por humanidad _ Estamos todos locos? De golpe me peleo con amigos. _ ¿No entendés que hay de 70 dueños de empresa, que dirigen países? ¿Qué los viejos se cuidan más? Y que, además, tienen el derecho de elegir como morirse.  Una de 55 me resume: _ A mí no me van a sacar el respirador por un viejo que no se quiso quedar en su casa! Lo van a tener que entender, por las buenas o por las malas… _Ah bueno. 

Y las campañas de la nueva vejez y zarasa? Que sin movilidad se atrofian los huesos, la circulación, la vitamina D, el cerebro? Datos alarmantes por falta de chequeos, manda mail Diagnóstico Maipú. 

Algunas voces de intelectuales saltaron, aunque los medios lo informan por obligación… Claro, son todos mayores de 70. Aparece una voz autorizada: “No se confinó a todos los grupos de riesgo, hubo una política de segregación a los más viejos. Muchas personas se empiezan a ver como viejos, pero no se sentían así».

Hasta que hoy, ya junio, desayuno en la cama. Por whatsapp, una amiga que vive en una ciudad de Emiratos sin covid, nos cuenta que le prohibieron entrar al shopping por tener 60. Llama un amigo gerente de banco con sesenta y dos. Firmó que seguía trabajando bajo su responsabilidad, pero la ART lo manda a la casa. Me recorre un escozor. Miro a Edu 

_Ahora somos viejos? No vamos a poder trabajar en nada? Que hacemos sin generar recursos más que la jubilación?

Abro el celu y leo: En España 40.000 pensiones menos. Se atribuye a las bajas por el covid. Más del 80% de las víctimas son mayores de 70. Denuncian que son más, porque no fueron contabilizadas numerosas muertes en geriátricos. 

Los titulares de todas partes del mundo son similares. 

Entonces lo veo… La conspiración existe… y sí, les conviene a todos.